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miércoles, 29 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: Introducción a los ciclos mágicos.

 


Los ciclos mágicos forman la base esencial del sistema astrológico propuesto por François Labat en su manual de Astrología. El tiempo es gobernado por «genios» planetarios y por «genios» zodiacales, según períodos horarios, diarios, mensuales y anuales. Recordemos una vez más que cuando hablamos de genios planetarios y genios zodiacales nos referimos a Las Siete Inteligencias Superiores.

Labat se preguntó si los elementos que entran en la composición de los temas astrológicos son los mismos para el hombre que para la mujer. Todos los tratados hablan de domicilios diurnos y nocturnos, de nacimientos diurnos y nacimientos nocturnos, pero ninguno relaciona  estos términos con el sexo.

Los astrólogos científicos dicen que un nacimiento es «nocturno» cuando el Sol ocupa una de las casas I, II, III, IV, V o VI, y que es «diurno» cuando se halla en alguna de las casas VII, VIII, IX, X, XI o XII.

Los astrólogos esotéricos u onománticos mencionan igualmente los nacimientos diurnos y nocturnos, pero no siempre están de acuerdo entre sí respecto al significado  que debe atribuirse a estos términos.

Por lo que a François Labat se refiere, él llamaba «diurno» a un nacimiento masculino y «nocturno» a un nacimiento femenino, cualquiera que sea la hora en que ocurra. Haciéndolo así, él creía estar en la lógica de las cosas, ya que en ocultismo se admite universalmente que el Sol, astro del día representa el principio masculino o activo, mientras que la Luna, astro de la noche, representa el principio femenino o pasivo. El Sol es significativo del hombre, y la Luna es significativa de la mujer.

¿Cómo debe medirse el tiempo? Por años, meses, días y horas. Pero hay que guardarse de dar al tiempo un valor absoluto. Debe evitarse, principalmente, considerarlo como un marco rígido en el interior del cual estamos destinados a evolucionar.

Para orientarse bien en el tiempo y poder fijar con precisión el momento en que ocurre un hecho determinado, es necesario adoptar un punto de partida común y universalmente reconocido. El año civil empieza el 1° de enero, y el año astrológico el 21 de marzo. Igualmente habría podido servir otro punto cualquiera.

Sabemos que la eclíptica, o camino que parece seguir el Sol alrededor de la Tierra, se materializa en forma de una circunferencia dividida en 360°. Sabemos que una circunferencia no tiene principio ni fin. Una vuelta completa de esta circunferencia equivale a un año, pero para dar esta vuelta puede tomarse contacto con la circunferencia en cualquier punto de ella. Se deduce entonces que el año empieza en el preciso momento de su nacimiento. En el sistema propuesto por Labat, este es un punto capital que no debe olvidarse. Labat niega absolutamente que la casa IV tenga que ver con las enfermedades del tubo digestivo porque Cáncer sea el cuarto signo a partir de Aries. Solamente puede hablarse de primero o último signo del Zodíaco, por ejemplo, con relación a un nacimiento determinado. El primer signo y el orden de los demás, varían de un individuo a otro. Por tanto, para cada persona, el primer signo de su tema natal es el signo de su nacimiento (el denominado signo ascendente) y empieza en el momento de su nacimiento (hora de nacimiento). Es conveniente recordar que la duración de los signos (o meses astrológicos) se calcula de grado en grado y no de fecha en fecha.

Una vez puntualizado todo esto, se puede proceder entonces  a elaborar los ciclos mágicos, en los cuales se asignan el dueño del año, el dueño del mes, el dueño del día y el dueño de la hora, tomando en cuenta si se trata de un nacimiento masculino o femenino.

De los ciclos mágicos que explica François Labat en su Manual de Astrología, te hablaré en la próxima publicación.

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lunes, 27 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: Los aspectos planetarios.

 


Se denomina «aspecto» el ángulo que forman entre sí dos o más planetas en el círculo zodiacal. El aspecto se cuenta por las casas que separan a un planeta del otro.


Se consideran los aspectos siguientes: Conjunción, Sextil, Cuadratura, Trígono, Quincunce, Oposición.

Dos o más planetas se encuentran en aspecto de:

Conjunción, cuando ocupan el mismo grado de un signo, en la misma casa.

Sextil, cuando están separados por 60°, a dos signos de distancia.

Cuadratura, cuando están separados por 90°, a tres signos de distancia.

Trígono, cuando están separados por 120°, a cuatro signos de distancia.

Quincunce, cuando están separados por 150°, a cinco signos de separación.

Oposición, cuando están separados por 180°, a seis casas de distancia.

 

Los aspectos benéficos son el sextil y el trígono, especialmente este último. Los aspectos maléficos son la cuadratura y la oposición, y también, en cierto modo el quincunce.

La conjunción varía según los planetas que la componen. Es muy buena entre benéficos (conjunción de Júpiter y Venus), buena entre un benéfico y un neutro (conjunción de Venus y el Sol, por ejemplo), más bien buena entre neutros (por ejemplo, Mercurio y el Sol). Se consideran buenas todas las conjunciones con Júpiter, aun las de Júpiter con Saturno o con Marte.

La conjunción entre planetas maléficos (Saturno y Marte, por ejemplo) es muy mala; también es mala entre un maléfico y un neutro, como en la conjunción de Marte con Mercurio; hasta en un maléfico y un benéfico, a menos que el planeta benéfico sea Júpiter.

 

La hora de nacimiento:

En la astrología llamada científica se procura saber la hora en que tuvo efecto el nacimiento con la mayor exactitud posible, de modo que el error no sea superior a uno o dos minutos. En cambio, en el sistema propuesto por François Labat, en su Manual de Astrología, es suficiente saber entre qué horas se produjo el nacimiento, es decir, si fue, por ejemplo, entre las tres y las cuatro o entre las 19 y las 20.

Debe utilizarse la hora local del lugar del nacimiento; la hora legal casi siempre es diferente y no debe usarse. Es necesario saber cuántos minutos deben sumarse o restarse a la hora legal para tener la hora solar de la localidad en que tuvo efecto el nacimiento.

Edad de la Luna:

Cuando se erige un tema es conveniente conocer la edad de la Luna para saber si es creciente (del 1° al 14° día, ambos inclusive) o menguante (del 15° al último día) y es indispensable saber el día de la semana que corresponde a la fecha de nacimiento.

Gracias a los recursos con los que contamos hoy en día, es muy sencillo obtener estos datos consultando las efemérides, incluso por internet.  Lo más valioso que encuentro en el sistema propuesto por Labat es cómo trata el tema de los “ciclos mágicos”, tema que traeré en la próxima publicación.

Recuerda: desde el punto de vista de la astrología espiritual, no nos referimos a planetas físicos sino a las Siete Inteligencias Superiores. Sí, este tema se relaciona con la Alta Magia, conocida también como Filosofía Oculta.

En próximas publicaciones compartiré más detalles acerca del sistema astrológico propuesto por Labat, además de observaciones mías al respecto y que haré al final del curso sobre Astrología Antigua y Espiritual. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

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viernes, 24 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: Coeficientes de influencias planetarias. Planetas benéficos y planetas maléficos, según el método de François Labat.

 


Los coeficientes de influencia representan la fuerza benéfica o maléfica de los planetas.

Para evitar toda confusión, Labat no usa los términos de «dignidades» y «debilidades». Prefiere hacer la distinción entre planetas benéficos y planetas maléficos. La influencia de los primeros aumenta con las «dignidades» y disminuye con las «debilidades». Por el contrario, la nociva influencia de los maléficos se incrementa con las «debilidades» y se atenúa con ciertas dignidades.

Supongamos que Júpiter se halla en la casa XII, o en declinación, o en conjunción con Saturno. Se trata de «debilidades» que contrarrestan considerablemente la influencia benéfica propia de Júpiter.

Supongamos ahora que Saturno está en la casa XII, en declinación, o en conjunción con Marte. En este caso, tales «debilidades» aumentan marcadamente la influencia maléfica natural de Saturno.

Es necesario recordar una vez más que los planetas benéficos son Júpiter y Venus en todos los casos; Mercurio, el Sol y la Luna cuando tienen buenos aspectos. Los planetas maléficos son Saturno y Marte en todos los casos; Mercurio, el Sol y la Luna cuando reciben malos aspectos. Si Mercurio, el Sol y la Luna no tienen aspectos, es conveniente tratarlos como benéficos.

Se atribuyen a los planetas los coeficientes siguientes:

Planetas benéficos:

Todo planeta en casa I o X                                                +5

Todo planeta en casa V, IX o XI                                        +4

Todo planeta en casa III o VII                                           +3

Todo planeta  en casa II o IV                                             +2

Todo planeta en su casa (domicilio)                                   +5

Todo planeta en júbilo, exaltación o recepción                  +4

Todo planeta  trigonocrata                                                  +3

Todo planeta en conjunción con Júpiter o Venus                +5

Todo planeta en sextil con Júpiter o Venus                         +3

Todo planeta en trígono con Júpiter o Venus                      +4

Todo planeta en casa XII                                                   —5

Todo planeta en casa VIII o VI                                          —4

Todo planeta  en declinación                                             —5

Todo planeta  en exilio                                                      —4

Todo planeta  en conjunción con Saturno o Marte            —5

Todo planeta  en cuadratura con Saturno o Marte             —3

Todo planeta  en oposición con Saturno o Marte              —4

 

Planetas maléficos:

Todo planeta en casa XII                                                 +5

Todo planeta en casa VIII o VI                                        +4

Todo planeta en declinación                                            +5

Todo planeta en exilio                                                     +4

Todo planeta en conjunción con Saturno o Marte           +5

Todo planeta en cuadratura con Saturno o Marte            +3

Todo planeta en oposición con Saturno o Marte             +4

Todo planeta en su domicilio                                           +5

Todo planeta en júbilo, exaltación o recepción               +4

Todo planeta trigonocrata                                                +3

Todo planeta en conjunción con Júpiter o Venus           —5

Todo planeta en sextil con Júpiter o Venus                    —3

Todo planeta en trígono con Júpiter o Venus                 —4

 

Para calcular el coeficiente de influencia en un planeta, se suman separadamente las cifras positivas y las negativas; obtenidos los dos totales o sumas, se resta el menor del mayor, y al resultado (coeficiente) se le pone el mismo signo, positivo o negativo, que lleve la suma mayor. De modo que el coeficiente será positivo o negativo según predomine el total de las cifras positivas o el de las negativas.

Recuérdese que un planeta benéfico afectado de un coeficiente negativo o débilmente positivo no puede producir un bien considerable. Por el contrario, un planeta maléfico con un fuerte coeficiente positivo ha de considerarse terrible.

En otros términos: cuanto mayor sea el coeficiente positivo de un planeta benéfico, mayor será el bien producido; cuanto mayor sea el coeficiente positivo de un planeta maléfico más considerable será el mal que puede temerse de él.

 

Esta información ha sido tomada del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat. En próximas publicaciones compartiré detalles acerca del sistema astrológico propuesto por él, además de observaciones mías al respecto. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

 

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miércoles, 22 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: Debilidades planetarias.

 


En Astrología, las debilidades planetarias esenciales son el exilio y la declinación. 

Exilio:

Los planetas están en exilio en los signos opuestos a su domicilio. Por consiguiente estarán en exilio:

Nacimientos diurnos:

Saturno en Leo.

Júpiter en Géminis.

Marte en Libra.

Sol en Acuario.

Venus en Aries.

Mercurio en Sagitario.

Luna en Capricornio.

 

Nacimientos nocturnos:

Saturno en Cáncer.

Júpiter en Virgo.

Marte en Tauro.

Sol en Acuario.

Venus en Escorpión.

Mercurio en Piscis.

Luna en Capricornio.

 

El exilio tiene como resultado la atenuación de la influencia del planeta, ya sea ésta buena o mala.

Declinación:

Los planetas están en declinación en los signos opuestos a los correspondientes a su exaltación, es decir:

Saturno en Aries.

Júpiter en Capricornio

Marte en Cáncer.

Sol en Libra.

Venus en Virgo.

Mercurio en Piscis.

Luna en Escorpión.

La declinación actúa en el sentido de disminuir la influencia benéfica y aumentar la maléfica. Por consiguiente, es más grave que el exilio, que disminuye ambos tipos de influencia.

Las principales debilidades accidentales son:

Los malos aspectos con Saturno y Marte.

La posición en casas desgraciadas.

Esta información ha sido tomada del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat. Si no lo has hecho todavía, te invito a leer las entradas anteriores sobre Astrología Antigua, comenzando el 30 de mayo de 2022 http://noticiasastrales.blogspot.com/2022/05/como-se-llega-la-astrologia-un-hecho.html 

En próximas publicaciones compartiré detalles acerca del sistema astrológico propuesto por Labat, además de observaciones mías al respecto y que haré al final del curso sobre Astrología Antigua y Espiritual. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

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lunes, 20 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: ¿Qué significan las dignidades, según la ubicación de los planetas tradicionales?

 


Las dignidades esenciales son el domicilio (o trono), el júbilo, la exaltación, la recepción y la trigonocracia.

Domicilio:

Cuando un signo es de la misma naturaleza que un planeta, existe concordancia entre sus vibraciones. Se dice que el planeta tiene su domicilio en el signo. Cada planeta tiene un domicilio diurno y un domicilio nocturno, excepto el Sol y la Luna.

Aries, de la naturaleza de Marte, es el domicilio diurno de Marte.

Tauro, de la naturaleza de Venus, es el domicilio nocturno de Mercurio.

Géminis, de la naturaleza de Mercurio, es el domicilio diurno de Mercurio.

Cáncer, de la naturaleza de la Luna, es el domicilio diurno y nocturno de la Luna.

Leo, de la naturaleza del Sol, es el domicilio diurno y nocturno del Sol.

Virgo, de la naturaleza de Mercurio, es el domicilio nocturno de Venus.

Libra, de la naturaleza de Venus, es el domicilio diurno de Venus.

Escorpión, de la naturaleza de Marte, es el domicilio nocturno de Marte.

Sagitario, de la naturaleza de Júpiter, es el domicilio diurno de Júpiter.

Capricornio, de la naturaleza de Saturno, es el domicilio diurno de Saturno.

Acuario, de la naturaleza de Saturno, es el domicilio nocturno de Saturno.

Piscis, de la naturaleza de Júpiter, es el domicilio nocturno de Júpiter.

Júbilo:

La dignidad de «júbilo» existe únicamente para los planetas que tienen dos domicilios. Por lo tanto, ni el Sol, ni la Luna pueden estar en júbilo. Si el nacimiento es diurno, están en júbilo todos los planetas que ocupan sus domicilios nocturnos. Si el nacimiento es nocturno, están en júbilo todos los planetas que ocupan sus domicilios diurnos.

Exaltación:

El Sol está exaltado en Aries, la Luna está exaltada en Tauro, Júpiter está exaltado en Cáncer, Mercurio está exaltado en Virgo, Saturno está exaltado en Libra, Marte está está exaltado en Capricornio, Venus está exaltado en Piscis.

La exaltación aumenta de una manera desordenada la influencia de un planeta, sea buena o mala. Con un planeta benéfico en exaltación, es posible que se produzcan lances de fortuna extraordinarios, por ejemplo; un planeta maléfico en exaltación, por el contrario, puede ocasionar fuertes desastres.

Trigonocracia:

La dignidad de trigonocracia está en relación con las triplicidades del fuego, la tierra, el aire y el agua. Así, en un nacimiento diurno, Marte que tiene su domicilio en Aries (signo de fuego), será trigonocrato con los otros dos signos de fuego (Leo y Sagitario). Si el nacimiento es nocturno, Marte que tiene entonces su domicilio en Escorpión (signo de agua), será trigonocrato con los otrs dos signos de agua (Cáncer y Piscis).

Recepción:

Se dice que un planeta se halla en «recepción» cuando, encontrándose en el signo zodiacal que es su lugar de exilio, recibe un buen aspecto (sextil o trígono) del dueño de este signo zodiacal. Por ejemplo, Marte en exilio en Libra (domicilio de Venus) está en recepción con Venus si Venus le hace sextil desde Sagitario o Trígono desde Acuario.

Las principales dignidades accidentales son:

1)      Los buenos aspectos con Júpiter o Venus.

2)      La posición en casas felices.

 

Esta información ha sido tomada del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat. En próximas publicaciones continuaré compartiendo detalles acerca del sistema astrológico propuesto por él, además de observaciones mías al respecto. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

 

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viernes, 17 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA Y ESPIRITUAL: Significado de los planetas. Genios planetarios y genios zodiacales.

 


Los antiguos se limitaban a estudiar astrológicamente los siete planetas tradicionales, que son: El Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno.

El orden de los planetas es el mismo que el de los días de la semana.

En la astrología científica se estudian las posiciones astronómicas reales de los planetas en el cielo, en el momento del nacimiento.

Pero aquí no se trata en modo alguno de planetas físicos. Con la cómoda denominación de Saturno, Marte, Júpiter, etc., se designa en realidad a las Siete Inteligencias Superiores que concurren, cada una en su esfera de acción, a la buena marcha del universo. Se trata de «genios planetarios», no de astros físicos.

Asimismo, cuando se habla de signos zodiacales en la astrología de la antigüedad se trata en realidad de «genios zodiacales», no de constelaciones o de porciones bien delimitadas de la esfera celeste.

Los planetas se clasifican en:

Benéficos: Júpiter y Venus.

Maléficos: Saturno y Marte.

Neutros: Sol, Mercurio y Luna.

Los planetas neutros no son en sí ni buenos ni malos, pero se impregnan de las influencias, buenas o malas, que reciben, y son buenos o malos según los casos. Vemos, por ejemplo, que el Sol en trígono (aspecto favorable) con Júpiter o Venus anuncia mucho bien; pero si está en cuadratura o en oposición (malos aspectos) con Saturno o con Marte presagia mucho mal.

Los planetas se clasifican también en:

Fecundos: Júpiter, Venus, la Luna.

Estériles: Marte y Saturno.

Neutros: el Sol y Mercurio.

Uno o varios planetas fecundos en las casas I o V, y en signos fecundos, presagian varios hijos. Por el contrario, Marte y Saturno en las mismas casas y en signos estériles anuncian una descendencia nula o, en el mejor de los casos, muy escasa.

Según que las características de los planetas concuerden o no con las características de los signos en que se hallan situados, su acción está intensificada (dignidad) o disminuida, contrariada o anulada (debilidad).

 

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miércoles, 15 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA O ASTROLOGÍA ESPIRITUAL: Nociones generales acerca del Zodíaco.

 


En la astrología moderna clásica, basada en datos astronómicos exactos, se llama zodíaco a una porción de la esfera celeste que tiene una anchura aproximada de 17 grados y que se extiende a uno y otro lado de la eclíptica en una distancia de 8°30´. En apariencia, los planetas se mueven siempre en el interior de esta zona.

La eclíptica es el camino que parece recorrer el Sol en su revolución anual alrededor de la Tierra.

Si el lector desea más amplios detalles sobre esta cuestión, puede informarse consultando una obra que estudie seriamente la astrología científica. Las nociones de cosmografía pueden serle útiles, pero no son indispensables para el estudio del sistema presentado en la obra de François Labat.

En la práctica, puede simplificarse el zodíaco representando la esfera celeste en forma de una circunferencia dividida en doce partes iguales de 30 grados cada una. Se aplica a estas partes o divisiones la denominación de signos (signos zodiacales).

Tomando como punto de partida el equinoccio de primavera (21 de marzo), los signos zodiacales son:

Aries o Carnero, del 21 de marzo al 19 de abril, ambos inclusive.

Tauro o Toro, del 20 de abril al 19 de mayo, ambos inclusive.

Géminis o Gemelos, del 20 de mayo al 20 de junio, ambos inclusive

Cáncer o Cangrejo, del 21 de junio al 21 de julio, ambos inclusive.

Leo o León, del 22 de julio al 22 de agosto, ambos inclusive.

Virgo o Virgen, del 23 de agosto al 22 de septiembre, ambos inclusive.

Libra o Balanza, del 23 de septiembre al 22 de octubre, ambos inclusive.

Scorpio o Escorpión, del 23 de octubre al 21 de noviembre, ambos inclusive.

Sagitario, del 22 de noviembre al 21 de diciembre, ambos inclusive.

Capricornio, del 22 de diciembre al 20 de enero, ambos inclusive.

Acuario, del 21 de enero al 19 de febrero inclusive.

Piscis o Peces, del 20 de febrero al 20 de marzo inclusive.

La astrología utiliza símbolos o signos especiales para representar los planetas, los signos zodiacales y los aspectos.


Cada signo zodiacal se divide en 3 decanos de 10 grados cada uno. Debe contarse como sigue:

12 signos zodiacales.

36 decanos.

360 grados.

Para recordar más fácilmente el orden de sucesión de los signos del zodíaco, ha propuesto Papus emplear cuatro palabras formadas por las sílabas iniciales del grupo de tres: Artaugé, Canlevir, Liscorsag, Capracupis.

Según la teoría de los cuatro elementos de los antiguos, los signos del zodíaco se dividen en signos de fuego, signos de tierra, signos de aire y signos de agua, formando las cuatro «triplicidades» que es conveniente conocer:

1)      Triplicidad del fuego: Aries, Leo, Sagitario.

2)      Triplicidad de la tierra: Tauro, Virgo, Capricornio.

3)      Triplicidad del aire: Géminis, Libra, Acuario.

4)      Triplicidad del agua: Cáncer, Escorpión, Piscis.

Desde el punto de vista físico, los signos del fuego confieren fuerza y poder; los signos de tierra, paciencia y resistencia; los signos de aire, agilidad y movimiento; los signos de agua, pasividad, inercia.

Desde el punto de vista psicológico, los signos de fuego dan vigor, energía, gusto de la acción y de la expansión. Desde un punto de vista maléfico, favorecen la violencia.  Los signos de tierra aportan constancia, estabilidad, sentido práctico; en sentido maléfico, terquedad, obstinación. Los signos de aire anuncian flexibilidad, adaptabilidad e inteligencia, pero también tendencia a la dispersión de los esfuerzos. Los signos de agua confieren receptividad, memoria y sensibilidad.

Desde el punto de vista del destino, los signos de fuego dan aptitud para la lucha y los esfuerzos violentos (aunque no siempre sostenidos); los signos de tierra favorecen la capacidad de adquirir; la estabilidad y la duración; los signos de aire manifiestan cambio e inestabilidad; los signos de agua presagian probables fluctuaciones de hechos exteriores.

Los signos del zodíaco se dividen también en grupos de cuatro en la forma siguiente:

Móviles: Aries, Cáncer, Libra, Capricornio.

Fijos: Tauro, Leo, Escorpión, Acuario.

Dobles: Géminis, Virgo, Sagitario, Piscis.

Los signos móviles indican propensión a la acción y los cambios que de ella pueden resultar. Denotan la tendencia del individuo a mejorar su posición gracias a sus esfuerzos personales. Los signos fijos, por el contrario, señalan un cierto gusto por la estabilidad. Son de prever en quienes los presentan escasos cambios, pero si alguno se produce será importante y tal vez signifique una nueva orientación en el destino. Los signos dobles anuncian indecisión, irresolución y tendencia a la repetición de los actos.

Los signos del zodíaco se clasifican también en:

Masculinos: Aries, Géminis, Leo, Libra, Sagitario y Acuario.

Femeninos: Tauro, Cáncer, Virgo, Escorpión, Capricornio y Piscis.

Fértiles: Cáncer, Escorpión y Piscis.

Estériles: Géminis, Leo, Virgo.

Los seis signos restantes no son ni fértiles ni estériles.

Según el sistema propuesto por Labat, los signos masculinos (o diurnos) corresponden a los domicilios diurnos de los siete planetas tradicionales estudiados en astrología antigua. Los signos femeninos (o nocturnos) corresponden a los domicilios nocturnos de esos mismos planetas tradicionales (Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno).

El zodíaco se divide también en 12 partes iguales o casa de 30 grados cada una. Las casas no tienen nombre, sino, simplemente, un número ordinal, que va del I al XII.

En el sistema astrológico expuesto por François Labat, las casas corresponden a los signos zodiacales y se disponen de modo que la Casa I corresponda al signo zodiacal de nacimiento. Las Casas I, IV, VII y X reciben las denominaciones de «casas cardinales», «ángulos» o «puntos cardinales del horóscopo».

Además se llaman:

Casas felices: V, IX y XI

Casas desgraciadas: VI, VIII y XII

Casas personales: I, III y IV

Se llama dueño de una Casa al planeta que tiene su domicilio diurno o nocturno en el signo correspondiente o que se halla en exaltación en él.

 

Esta información ha sido tomada del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat. En próximas publicaciones compartiré detalles acerca del sistema astrológico propuesto por él, además de observaciones mías al respecto. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

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lunes, 13 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA: Astrología Científica vs Astrología Espiritual. Indicaciones para el lector.

 


El método de Astrología propuesto por François Labat sorprenderá probablemente a muchos, sobre todo entre los adeptos de la astrología «científica». Los que siguen los métodos de la astrología «científica» han erigido como dogma el principio de que el destino de los humanos depende de la posición astronómica de los planetas en el cielo, como también de la combinación de las influencias astrales resultantes de estas posiciones.

No sabemos todavía de qué naturaleza son ni cómo están constituidas estas radiaciones astrales ni tan sólo si existen en realidad. Suponiendo que sean reales, cabría preguntarse cómo es posible que las influencias ejercidas por el Sol y por la Luna no anulen a todas las demás en vista de su proximidad a nosotros y de su gran masa aparente.

También podemos preguntarnos por qué misteriosas razones no les ha sido posible a los innumerables investigadores de todo el mundo formular, a partir de los datos astronómicos exactos que tienen a su disposición, reglas precisas, de segura interpretación, que todos pudieran comprobar por sí mismos. Igualmente debe tomarse en consideración el fracaso de los intentos de comprobación estadística, a pesar de los buenos resultados que da ésta en otras ramas de la actividad humana.

Estas y otras muchas objeciones incitaron a François Labat  a dirigir las investigaciones en otra dirección. Efectivamente, la tradición nos enseña que los antiguos conocían una ciencia astrológica exacta, que era de esencia espiritual, mas no material.

Según la antigua ciencia astrológica, el Tiempo se gobierna por «genios» planetarios y «genios» zodiacales, según períodos horarios, diarios, mensuales y anuales. Estos períodos o «ciclos» se continúan e interpenetran desde el nacimiento hasta la muerte, siempre en el mismo orden inmutable.

En la interpretación que hace Labat de esta antigua astrología, piensa que se cometería un error si se considerara que estos ciclos son de orden cósmico, es decir, constituyen una especie de marco o engranaje que existe fuera del individuo y en el que queda inscrito el recién nacido en el preciso instante de su nacimiento. Este concepto le parece a Labat contrario a la ley de analogía. Efectivamente, nos enseña la experiencia que ciertas personas consiguen éxitos resonantes en el mismo momento en que otras son duramente castigadas. Esta observación le hizo llegar a la conclusión de que, en un instante dado, las influencias puestas en acción son completamente distintas de una a otra persona. Por otra parte, se admite universalmente que el Sol, principio masculino y activo, es el signo indicador del hombre, mientras que la Luna, principio femenino y pasivo, es el signo indicador de la mujer.

El sistema astrológico propuesto por François Labat, utiliza elementos distintos, según que el tema sea masculino o femenino y da en un tratado la verdadera clave del número 22.

En su manual de astrología, Labat pide al lector que renuncie, siquiera momentáneamente, a todos los principios y todas las teorías que le han guiado hasta ahora en el estudio de la astrología. Nos pide que emprendamos el estudio de su método sin prejuicios y sin ideas preconcebidas; que lo experimentemos siguiendo las reglas que allí formula y reservemos nuestra opinión hasta haberlo experimentado en medida suficiente. Sólo entonces estaremos en situación de poder decidir con pleno conocimiento de causa sobre la cuestión de si su sistema es o no superior a los que ya conocemos.

 

Esta información ha sido tomada del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat. En próximas publicaciones compartiré detalles acerca del sistema astrológico propuesto por él, además de observaciones mías al respecto. Si te interesa saber lo que hay más allá de lo que has conocido hasta ahora, sigue la pista a través de este blog.

Muchas gracias por llegar hasta aquí y, si te ha gustado, por favor comparte esta información en tus redes.

 

Maria Florinda Loreto Yoris.

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viernes, 10 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA: Patria, falta de patria. Ideal de libertad.

 



La realización de la libertad es al mismo tiempo la tarea más maravillosa y más difícil. Schiller dijo: «Vecinas son las ideas, pero en el espacio chocan las realidades». La conciencia actual del hombre no sólo puede haberse extendido imperiosamente en su supervisión  del mundo y de los procesos en él, sino puede haber ganado también en profundidad por la experiencia vital, la intensidad y el autoconocimiento.

Pero en cuanto empezamos a actuar nos vemos en un determinado lugar del mundo, en una determinada relación frente a nosotros mismos, las personas y cosas que nos rodean, que puede ser del tipo más diverso.

De ello resultan las condiciones y fronteras que provienen del propio interior y del ambiente. Como actuantes estamos, cada uno a su manera, ligados. Tampoco se puede decir que siempre podemos ser libres en el marco de estas ligaduras. Esto es un ideal; pero quien profundice lo suficiente en sí mismo se confesará que a ratos se acerca a este ideal y que a veces se aleja. Aquí están los límites de nuestra libertad, que cada uno ha de intentar ampliar según sus fuerzas.

Porque existen estos límites es comprensible que nace en el hombre la necesidad de bajar la vista sobre si mismo desde un plano más elevado. Desea mirar hacia las condiciones «objetivas», cósmicas, que lo han conformado. Gracias a estas miradas podría revelársele conocimientos que iluminen de modo clarificado situaciones y vivencias que ciertamente se interrogaron intensivamente, pero que se cerraron a las preguntas formuladas.

Todavía se añade algo más. Después de ir diluyéndose desde hace siglos la sencilla capacidad del poder-creer religioso, después de que la ciencia no ha podido explicar aún nada en puntos decisivos acerca de la esencia del hombre, de su de dónde y a dónde, les sobreviene a los hombres actuales, en gran número, el sentimiento de la falta de una patria última.

En la mayoría de las personas apartadas de su confesión vive la imagen más o menos viva de una teoría de Kant-Laplace desarrollada: la Tierra, un grano de polvo en el Universo; sobre ella, el fenómeno más o menos fortuito o casual de una humanidad. La Tierra, girando alrededor del Sol, un día se enfriará con él, después se helará. A ellos se unen modernamente las imaginaciones de todo aquello que algún día se producirá gracias a la energía atómica. Circulan pensamientos acerca del peligro de una desintegración de la Tierra, y ya son hoy muy numerosos aquellos que dicen: Más vale esto que un camino humano que, de catástrofe en catástrofe, a través de los siglos tampoco no es más que una destrucción. Ciertamente existen también personas que, frente a la imagen universal física, aceptan la causa última, llamada también Dios, pero que en vista de las distancias en infinidades calculadas superficialmente se diluye en una lejanía tal, que ya no es posible sentirla o vivirla esencialmente

Dentro de nosotros no hay ningún camino que conduzca de necesidades astronómico-matemáticas a la «ley moral». Nos hemos hecho demasiado pequeños en este Universo, demasiado triviales, para querer molestar a «Dios» por causa de asuntos humanos.

Frente a esta situación espiritual en el vacío, que tiene como consecuencia el sentir amoral y el querer nihilista, carece de importancia el que algunos hombres lleguen por medio de observaciones astrológicas al convencimiento de que su existencia no es fortuita, sino que en su nacer y actuar, en sus sufrimientos y realizaciones se oculta un plan. En resumen: que ha sido «querida» por algo. Si puede demostrarse que existe una relación entre la constelación y el movimiento estelar por un lado, y la esencia y el destino humano por otro, puede unirse a ello el sentimiento (al principio muy general) de tener una patria en algún lugar del cosmos. Donde no se ate a ello, en una concepción errónea, la idea del simple «hado», puede convertirse en una fuerza impulsora.

Esta fuerza impulsora surge en su mayor parte por el hecho de que el lenguaje de las estrellas. Si se ha aprendido a leerlo y demuestra ser convincente, es un lenguaje de sucesos. Aunque no se quiera afirmar aquí que no existe ninguna sabiduría ni verdad de la palabra, sí debe comprenderse que la infinita multiplicidad de ideas contenida en la masa de libros de una biblioteca es capaz de desesperar no sólo a espíritus y corazones débiles

Cansado de los libros, cansado de las palabras,

Que me secaron, marchitaron la voluntad,

Busco en el fondo de mi autoconciencia

La acción que salva, la acción que libera.

Estos cuatro versos de Emile Verhaeren se dirigen a algo diferente de lo expuesto aquí, pero los dos primeros comunican el estado de un hombre que se contó entre los importantes. Aquel que no se «fije» pronto espiritualmente, aquel que, por el contrario, busca la verdad cada vez más allá y deja actuar sobre sí el contenido de verdad de cada convencimiento profundamente cimentado, puede pasarlo muy mal. Se siente como en una sala de conferencias en que una docena de oradores hablan a la vez, hallando aprobación y desaprobación. Llegará a la decisión: tienes que salir de aquí.

Acaso salga entonces bajo el claro cielo nocturno, desde el cual lucen con soberana placidez las estrellas, y pueda tomar aliento. Este cuadro no quiere sugestionar. Sólo intenta explicar la necesidad de una visión situada más alláde la cantidad de opinionesacaso muy bien fundamentadas, pero que a causa de unilateralidades involuntarias o presupuestos inciertos no dejan de ser opiniones.

 

Texto tomado del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat.

 

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miércoles, 8 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA: Existencia preindividual e individual. Libertad.

 


Dirigimos la atención a un hecho de la máxima importancia para una observación astrológica posible de hoy en contraposición a tiempos antiguos. La ciencia histórica de nuestra era dirige su vista, sobre todo, a la historia política, y apenas o nada a la historia espiritual del hombre. Dentro de esta historia de “hechos” se ha dejado casi a un lado que en el transcurso de milenios no ha habido tan sólo un cambio de conciencia en los miembros de las culturas dominantes, sino que toda la constitución esencial del hombre ha sufrido una contracción alrededor de un punto central, el yo humano.

Cuando se afirma que la humanidad no ha sufrido ningún desarrollo, que los hombres antes eran malos  y son malos hoy, acaso incluso más malos que antes, se refiere al lado moral, y se refiere a lo que pesa sobre la humanidad como un oscuro misterio: el del “pecado original”, la pérdida de las ordenaciones divinas.

Algo muy distinto es el desarrollo de la conciencia y la concentración de lo que llamamos nuestro yo. Hoy, el mundo está lleno de hombres de clara marca individual, inteligentes. Pero sabemos que también hay hombres que se sienten impatriados tan fuertemente, por ejemplo en su familia o en su pueblo, que (con gradaciones individuales) sienten como una gran pérdida la desaparición de sus relaciones con la familia, la patria y el pueblo. Lo cual quiere decir que, en cuanto la estirpe de sangre o el pueblo aún sea decisivo para el sentimiento de su existencia, en unas partes de su ser se hallan todavía en el estado preindividual.

Si se retrocede históricamente se puede comprobar que la comunidad de sangre tiene tanta más importancia en la existencia de cada uno, cuanto más lejos se llegue en las distancias del pasado. La misma denominación de Olafson o Méndez indica que uno era considerado como hijo de su padre. Así llegamos a los tiempos en que era decisivo ser el “digno hijo de su padre”. Lo cual significaba que no se calificaba al hombre por lo que era como ser individual, sino por el punto hasta el que llevaba a una nueva representación las cualidades de la herencia. La calificación se orientaba por la fisonomía de un principio de grupo sobreindividual, pero que mantenía a cada uno en una situación preindividual.

En cuanto existen relaciones entre el devenir, la esencia y el destino de los hombres y del mundo de las estrellas, el hombre preindividual (una denominación que se ha de aplicar con gradaciones y matices) se ve acogido por los poderes formativos de la esencia y fatales de modo muy distinto a una personalidad desarrollada que descanse en sí. La frase de Goethe “Debes ser así, no te puedes huir” tiene mucha más validez para aquel que para alguien que busca un objetivo vital a partir de su propia visión y responsabilidad. Tampoco este podrá huir al primer intento, pero se puede educar, formar y transformar a sí mismo. El hombre preindividual, por el contrario, es un grado mucho más naturaleza. En cuanto no lo refrene la ley del grupo implantada, sigue espontáneamente sus impulsos. Como un yo naciente no hace más que llevar a cabo la “voluntad de las estrellas”.

Esto cambia a través de los tiempos, según consiga enfrentarse más y más a sí mismo. Según el grado en que sea capaz de dirigir sus intenciones acciones a través de un punto de control interior, dialogar consigo mismo, refrenar los actos de voluntad apasionados, diluir el miedo por la conciencia, etc., ganará en margen operativo interior. Sus posibilidades de elección se amplían y surge la posibilidad de la tan debatida libertad. En este caso no ha sido pensada como un hecho acabado, que se ha de afirmar o denegar, sino como un proceso del devenir, del que participa cada uno en su interior.

El hombre actual, especialmente en aquellas zonas de la Tierra empapadas de efectos de cultura y civilización, es, por lo tanto, un hombre distinto al de tiempos antiguos, también con referencia a su “natividad”, el gesto del cielo en el momento de su nacimiento. Tiene margen de acción, la libertad se extiende como una posibilidad de transformación ante él.

Si se piensa que en la antigüedad los hombres eran controlados en cuanto a su capacidad para tareas importantes por su horóscopo, que los calificaba o descalificaba, se puede afirmar que una actuación tal sería hoy improcedente, puesto que un horóscopo no comunica nada de lo que un hombre ha hecho en su camino vital dentro de su mayor independencia. Existen posibilidades de variación tanto hacia “arriba” como hacia “abajo”.

 

Texto tomado del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat.

 

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