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viernes, 3 de junio de 2022

ASTROLOGÍA ANTIGUA: Datos históricos de interés – primera parte.

 


Aquella cultura de adivinos astrales  de la antigüedad, a la que intenta suceder la reavivada astrología, ha florecido en regiones, como Babilonia, en las que reina bajo un cielo muy claro, una profunda claridad. Sobre esta oscuridad luce y refulge el firmamento como una increíble joya de diamantes.

Las estrellas están presentes con mucha mayor intensidad que en nuestras tierras. Este solo hecho podría explicar por qué los hombres en aquel entonces han participado mucho más que nosotros de los procesos y transformaciones del cielo. Pero el salto ideológico, de que aquellos hombres, interesados en las estrellas y con aptitudes matemáticas, hubiesen avanzado, como nosotros, de observación individual en observación individual, para quizás al cabo de varios siglos estudiar y aprovechar estadísticamente el material acumulado, para entonces atribuir a las estrellas unas determinadas causalidades, no es tan natural.

La conciencia humana de entonces no estaba dispuesta para la recolección fría de detalles que más tarde se hubiesen podido reunir metódicamente para acaso conducir a conclusiones generales. No se puede proyectar lo adecuado a nuestros tiempos en la lejana historia. Si se abre un atlas estelar y se leen los nombres de constelaciones, también de estrellas individuales, se hallan nombres de la mitología griega que nos han sido transmitidos. Pero toda mitología es síntoma de una conciencia que razona más con imágenes que con conceptos. Su “lógica” es de procesos que se describen y que, como vivencias de los dioses que se relacionan con los destinos humanos, tienen sentido, un profundo sentido, también misterioso.

Es decir que se traspusieron al cielo imágenes míticas, y aun cuando eso ya fuera un lenguaje “exotérico”, un lenguaje para el pueblo, no deja de conducir nuestras preguntas por el origen de la astrología en una dirección muy diferente. Si nosotros comenzáramos hoy a dedicarnos a la astronomía, seguramente numeraríamos las estrellas, después de efectuada una división espacial. Debemos tener presente este contraste. Si alguna vez tuvo algo de veraz la astrología antigua, es porque los astrólogos, en su época de florecimiento, no consideraban la estrella tan sólo como un punto luminoso (de la magnitud que fuera), no conocían tan solo su órbita, sino que “veían” más.

En cuanto ponían su atención en ellas, se animaba algo en ellos, sentido en todos sus miembros, que correspondía a la esencia de la estrella. Allí donde solo nosotros aprehendemos algo cuantitativo, ellos se sabían en relación con algo esencial. Para comprenderlo nos puede ayudar algo el concepto del instinto, pero que no actuaba dirigido sólo a la tierra, en su degeneración actual, sino en toda su amplitud, existente también para la sensibilidad espiritual.

Entender o representarse así será extremadamente difícil en la actualidad, puesto que el desarrollo del consciente nos ha convertido en primer lugar en antípodas de las posibilidades de conocimiento de las culturas antiguas. Mas se deberá pensar que las épocas humanas anteriores no eran sólo más o menos primitivas, comparadas con nosotros. En muchos otros aspectos somos nosotros los primitivos respecto a ellos.

Por medio de una cierta agilidad interior no nos será imposible imaginar al menos que los hombres de otras épocas eran capaces de cosas muy distintas, y sobre todo de muy distinto modo. Lo indican muchos logros, por ejemplo de los egipcios que, según nuestra idiosincrasia actual, no somos capaces de imitar.


Texto tomado del “MANUAL DE ASTROLOGÍA” de François Labat,

Maria Florinda Loreto Yoris.

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