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NOSTRADAMUS Las profecciones de Nostradamus causaron sensación una y otra vez hasta la actualidad. |
Mientras que a nosotros parece no
agotársenos la esperanza de alcanzar un día, por medio de un contínuo aumento
de nuestro saber, las últimas relaciones universales y vitales, los tiempos
antiguos partían siempre del todo, ya fuera la divinidad o los dioses, para
desde allí avanzar por entre los detalles. Les era dado realizar
ininterrumpidamente aquello que Kant llamó una “aventura de la razón” y que
Goethe consideraba haber realizado al ver el mundo vegetal como prolongación de
la planta original. Probablemente los antiguos, con su forma de pensar, también
habrán sido más felices que nosotros. Forma de pensar no es un término adecuado,
pues se mezclaba con ello una visión, una clarividencia, que nosotros no
poseemos.
Por ejemplo, la visión de Marte
en una determinada relación con Saturno, supongamos la conjunción, además en
una determinada constelación, era para ellos un gesto sumamente expresivo del
ciclo, que aparecía, como “fuerza” de un determinado tipo, en relación con
procesos en la Tierra. Y si se quiere vivir la astrología, ya se deberán
aceptar suposiciones tan “osadas”.
El origen de la astrología no se
puede documentar con nombres en la lejana época de su surgir, ni tampoco para
la edad en que se convirtió en la ciencia real. La persona siempre retrocedía tras la obra, o, mejor dicho, tras el
servicio que tenía que realizar. No se trataba de una anonimidad misteriosa
o secreta, sino de un asunto natural en aquella época. No nos encontramos con
un astrólogo conocido hasta Tolomeo, que vivió en el siglo II d. JC. Es
sintomático que al mismo tiempo era astrónomo y geógrafo, pues todo eso iba
unido. Pero en su época ya había muerto hacía mucho tiempo la astrología
observadora.
Lo que nos transmite Tolomeo,
siendo él mismo heredero de herederos, es un utensilio mantenido más o menos
puro: explicaciones sobre la esencia y la actuación del Sol y los planetas como
tales y a partir de las diferentes regiones del zodíaco, además las reglas para
el uso del saber astrológico con todos sus condicionamientos. También, y en
gran abundancia, explicaciones sobre la presencia de esencias y causalidades
planetarias y zodiacales en materias y seres vivientes hasta el hombre mismo,
representando la constitución del cuerpo humano a partir del cosmos. La Tierra
en el centro del Universo, el hombre como ser en quien tiene su punto
culminante toda la existencia terrena.
La astrología de Tolomeo ha
sufrido durante la Edad Media de influencias de la astrología de los árabes,
cuya cultura aún nos es en tan gran medida desconocida. En la medida en que se
hundía la conciencia observadora (Edgar Daqué) lo llama videncia natural), el
manejo metódico sufrió cambios en detalles de cultura en cultura, de pueblo en
pueblo, cuyas causas son difíciles aún hoy de documentar. Pero una de las
razones queda clara cuando se recuerda que los hombres de pueblos distintos
viven sus experiencias de modo distinto.
Durante la Edad Media la
astrología, estudiada y practicada en universidades y cortes, degeneró en
detalles entre diferentes concepciones, quizá también en concepciones de
carácter individual por detalles. Tycho-Brahe, Kepler, Paracelso han de
considerarse como figuras que pensaban de forma astrológica, o al menos eran
capaces de hacerlo. Después de ellos la astrología moría, a pesar de algunas
grandes figuras individuales durante los siglos XVII y XVIII. Después de Colón
la vida se ha llenado de unos intereses muy diferentes. Durante el primer
tercio del siglo XIX existió todavía una última cátedra de astrología en la
universidad de Erlangen. Cuando murió el catedrático Pfaf en 1831, no se volvió
a ocupar la cátedra. Lo cual quiere decir que hasta bien entrada la Edad
Moderna se reconocía la ciencia de la astrología, aunque al final sólo se la
tolerase.
El drama de la revolución
espiritual que se ha producido desde el final de la Edad Media se manifiesta
también en el pequeño proceso explicado arriba. La última hoja cae del árbol.
Entonces comenzaron aquellos desarrollos cada vez más rápidos y apresurados bajo
la influencia de las ciencias y la técnica, cuya rapidez provoca catástrofes
universales, empieza a disolver la humanidad y bajo cuyos efectos vivimos hoy
acobardados, heridos y sin comprender. Volamos a una velocidad vertiginosa.
Si bajo la impresión de tales
hechos se ligan cabos a un lejano pasado, es decir, si de un modo “no
científico” se intenta comprender de nuevo al hombre a base de lo viejo, ello
no debe entenderse “psicológicamente” como un fenómeno de postguerra.
Ciertamente no se podría considerar, ni en el caso del mejor desarrollo
posible, más que como una aportación a un posible todo más grande de la vida
espiritual.
En Inglaterra y Francia volvió a
revivir la astrología cuando aún imperaban en su mayor esplendor las ideologías
materialistas. Ha sido manejada allí por hombres que, a base de su orientación,
dentro de la ciencia moderna, de su intelectualidad y su formación, no se
dejaban arrinconar como videntes de feria. En Alemania, Holanda y Suiza se les
ha imitado de forma que en una exposición individual se renunciaba cada vez más
a ámbitos de explicación situados más allá de la esencia humana. Si alguien
menciona lo que los astrólogos antiguos comunicaban respecto a los minerales,
metales, plantas, animales y regiones de
la Tierra, se ha de considerar hoy como la reproducción incontrolada de lo
que otro ha dicho. La astrología debería construirse de nuevo en el futuro,
comenzando por sus principios.
A partir de este punto de vista
sería interesante no considerar nunca la astrología como algo concluido.
Texto tomado del “MANUAL DE
ASTROLOGÍA” de François Labat.
Maria Florinda Loreto Yoris.
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